Klaus Echwab (Foro de Davos) propone que nos implanten chips

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Todo se basa en la IA. Ahora bien, si es inteligencia no es artificial y si es artificial no es inteligente. La máquina sólo alcanza el segundo grado de abstracción.

Para que luego digan que no existe el trashumanismo. Es que no escuchan a Klaus Echwab, el hombre de Davos, el del ya archifamoso vídeo sobre la Agenda 2030: no tendrás nada pero serás feliz. Por decreto. Negar la propiedad privada, sea a favor del Estado del plutócrata y sea éste monopolio público o privado no es una cuestión de dinero sino de libertad. El propietario, a ser posible el pequeño propietario, es el único hombre libre. 

La máquina no puede hacer juicios de valor. O sea que, encima es aburrida. La máquina cuenta mejor que el hombre pero es incapaz de decidir la forma (esencia) de las cosas 

En este sentido, decía, y concluía Chesterton, «la negación de la propiedad es que el Duque de Sutherland posea todas las granjas del Condado, como sería la negación del matrimonio que poseyera a todas nuestras mujeres en un harén». 

Pero el Nuevo Orden Mundial (NOM) va más allá. Mismamente, hasta el trashumanismo, que pretende confundir al hombre con la máquina: el hombre es manipulable pero la máquina simplemente nació teledirigida. Miren este vídeo del amigo Klaus Echwab: en él se refiere, sin ambages, a los chips que pretenden implantarnos, primero en nuestra ropa luego en nuestro cerebro, para establecer «comunicación entre nuestros cerebros y el mundo digital».

Pero ojo, no estamos hablando de unos robots que sirven al hombre creado hijo de Dios. No. Echwab corre presuroso en socorro de la máquina: no, no será un esclavo del hombre, será un robot que gracias a la inteligencia artificial se convierte en su socio, no en su esclavo. ¿Comprenden? En paridad de estima.

Lo mismo con la propiedad privada; no es una cuestión de dinero sino de libertad: la negación de la propiedad es que «el Duque de Sutherland posea todas las granjas del Condado, como sería la negación del matrimonio que poseyera a todas nuestras mujeres en un harén» 

Echwab otorga a la máquina la misma categoría que al hombre, no porque ame a la máquina -no es tan estúpido- sino porque la máquina es su medio para controlar al hombre de forma ‘científica’ casi sin que se note o con el hombre tan acomodado e incapaz de razonar. Aprovechando, sobre todo, las miriadas de mentecatos hipnotizados por la inteligencia artificial.

Miren ustedes: la máquina llega hasta el segundo grado de abstracción. Por eso, el ordenador de IBM acabó por vencer al campeón mundial de ajedrez, Kasparov. Ahora bien, la máquina nunca asciende hasta el tercer grado de abstracción, es decir, a la forma o esencia de las cosas y, especialmente, no es capaz de hacer juicios de valor, sólo juicios de hecho. 

El propietario, a ser posible el pequeño propietario, es el único hombre libre 

El maquinismo no es peligroso. Que haya personajes como Schwab, emocionados con controlar a las personas mediante microchips implantados, sí que lo es. Y muy grave. No es una máquina que controla personas, es una persona que utiliza a una máquina para controlar a las personas

Pero si le llamas transhumanismo suena mucho mejor, incluso más humano. Y sobre todo, permite a majaderos como Klaus Echwab pasar por guías de la humanidad en la vanguardia progresista.

(Eulogio López. Hispanidad)

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