El destacado psiquiatra, académico y divulgador, Enrique Rojas, se refirió a la inmadurez sentimental como signo de estos tiempos, a la dificultad para elegir pareja, la pornografía que “destruye a los jóvenes” y las formas de potenciar la inteligencia para ser más felices
—Usted suele hablar en sus libros y sus conferencias acerca de la inmadurez afectiva. ¿Cómo la define y por qué la relaciona especialmente con los hombres?
En forma muy resumida, el hombre de la actualidad fingiendo amor lo que busca es sexo y la mujer exigiendo sexo, lo que busca es amor.
—¿Con qué recursos cuenta una persona emocionalmente madura?
Con tres: acepta una elección afectiva, cuida el amor elegido y tiene remedios para el desamor.
—Y ustedes dice que en general los hombres no cumplen con estas premisas.
En general, el hombre se enamora por la vista y la mujer por el oído. ¿Eso qué significa? Que el hombre se fija mucho en lo externo, en la belleza externa y pocos hombres buscan la belleza interior.
—¿Es un signo de los tiempos o esto siempre fue así?
Es un signo de los tiempos.
—¿La madurez sentimental se asocia con la inteligencia emocional?
Si. La inteligencia es la capacidad para captar la realidad en su complejidad y en sus conexiones. Y otra definición de la inteligencia, siguiendo el modelo del ordenador, es la capacidad para recibir información remota, mezclarla con información reciente y dar respuestas eficaces que se ajustan a la realidad. En tanto que la inteligencia emocional es la capacidad para mezclar con arte los instrumentos de la razón y de la afectividad.
—¿Por qué el divorcio es una epidemia?
En Estados Unidos, por ejemplo, hay unos investigadores americanos muy conocidos en este campo (John) Gottman y (Nan) Silver que dirigen el Observatorio de Conducta Conyugal. Ellos aciertan en un 90% con los fracasos afectivos, o sea, a priori dicen “esta relación no va bien”. Esto es como si yo escribe un libro de poesía y me lo corrige un experto en literatura y dice “no tiene calidad”, porque tienen visión de la jugada, sabe del mercado de la literatura. Pues aquí es lo mismo. Ellos saben cuáles son los registros para que una pareja funcione ante esta epidemia.
—¿Qué provocó lo que usted llama epidemia?
No me gustan mucho las respuesta breves, pero para que sea más ágil. Es una cosa nueva que yo he descrito, que lo he publicado en muchos sitios: El síndrome de SIMÓN.
–¿Qué es el síndrome de SIMÓN?
Un cuadro clínico que se da sólo en el hombre en torno a los 30 años o un poco más, soltero y que tiene estas cinco siglas: S de soltero; I de inmaduro en lo afectivo; M de materialista, centrado en el dinero; O de obsesionado con el trabajo y N de narcisista.
Son personas que están mirándose al ombligo y debajo hay pánico al compromiso. Un chico de esa edad, soltero, que lo único que quiere es ganar dinero, situarse, y quiere divertirse con las chicas, salir y entrar, pero tiene terror a comprometerse.
—Entonces, ¿de alguna manera es cierto cuando algunas mujeres dicen que “no hay hombres”?
Claro, bueno, no es que no hay hombres. Está lleno de mujeres jóvenes de treinta y tantos años, periodistas, arquitectas, médicas, que no encuentran a un hombre porque no hay por el síndrome de SIMÓN.
—Usted tiene cinco consejos que permite potenciar la inteligencia son el orden, la constancia, la motivación, la voluntad y la capacidad de observación.
Pero hay un sexto que está pegado a la capacidad de observación, que es la capacidad para tomar nota. Por ejemplo, hace unos días estuve en Montevideo dando una conferencia y me impresionó que más de la mitad de la gente tomaba apuntes de la conferencia. Yo lo había fomentado. Cuando uno toma apuntes y está atento al que está hablando produce una fijación de los conceptos, si uno no toma nota, cuando ha pasado una semana, un mes se diluyen por el bombardeo de noticias. Tomar notas hace que uno revise esas notas.
—De esas cinco acciones, ¿cuál es la más importante?
La voluntad. Porque es la joya de la corona de la conducta y el que la tiene consigue que sus sueños se hagan realidad. Hoy en la psicología moderna se considera que la voluntad es más importante que la inteligencia, o sea tiene más resonancia en la conducta. Luego ya vienen todas juntas, se aremolinan el orden, que es el mejor amigo de la inteligencia; la constancia, que es la perseverancia en lo pequeño; la motivación, que es lo que te empuja a hacer algo, a una mujer por adelgazar, lo que hace una persona para aprender un idioma, lo que hace una persona por tener cultura. Si yo estoy motivado, si yo voy a un buen psiquiatra voy a salir, por ejemplo, del trastorno obsesivo compulsivo.
Y luego la capacidad de observación, es decir el captar la realidad, y ver siempre el ángulo positivo, es decir ver siempre el lado bueno.
—¿Cómo se obtienen esas capacidades que potencian la inteligencia?
Con educación. Pero, ¿qué es la educación? Educar es acompañar a alguien con amor y rigor. Y la educación deben empezar por los padres. Un buen padre, vale más que cien maestros. Y una buena madre es como una universidad doméstica. Los padres no podemos pretender que nuestros hijos practiquen cosas que nosotros no hacemos y esto tiene un nombre, se llama integridad. ¿Qué es integridad? Integridad es el esfuerzo, la pretensión que hace un ser humano porque haya una buena relación entre la teoría y la práctica, entre lo que uno dice y lo que uno hace.
—En su último libro hay un capítulo dedicado a la pornografía y a los jóvenes en relación con ese consumo.
En un viaje a Estados Unidos conocí a la persona que más sabe de pornografía, que es un profesor de Nueva York que se llama Peter Kleponis que habla de que la primera epidemia juvenil hoy en cuanto a adicción es la pornografía. O sea los chicos jóvenes, si los padres no les enseñan a manejar con cabeza el móvil y las redes sociales, quedan atrapados. La pornografía a una persona la descuartiza, hoy los psiquiatras lo sabemos.
—¿Por qué?
Porque el hombre ve a la mujer como un objeto de usar y tirar, yo uso a la mujer, y al mismo tiempo, la pornografía y la masturbación forman un binomio, la relación sexual sana, positiva es con otra persona y con amor, con amor comprometido, pero esto es otra cosa. Entonces esto produce una adicción.
—¿Usted se refiere al uso de pornografía en general o la adicción a la pornografía?
Las dos cosas, o sea, hay un uso frecuente de pornografía sin llegar a la adicción que reduce la capacidad de ver a las mujeres en su integridad, en su calidad y luego la adicción. Hoy se sabe que el consumo frecuente de pornografía sin llegar a adicción es más grave que la cocaína porque afecta un circuito del cerebro que cuando esa persona lleva una serie de días sin ver imágenes pornográficas tienen como un síndrome de abstinencia.
Es un tema grave, no se habla mucho, se está hablando ahora en Francia, las parlamentarias francesas se han reunido, de la izquierda a la derecha, intentando hacer un acopio de esto por el destrozo para los chicos jóvenes que los machaca, los destroza estar todo el día pensando en el sexo y entonces es una reducción, es como la anoréxica que está todo el día pensando en los kilos, eso es un fondo obsesivo. Entonces produce una rotura de la persona.