El control digital en España avanza sin freno tras el nuevo convenio que el Gobierno presenta como una conquista para la “convivencia”, pero que abre la puerta a una maquinaria de vigilancia política sin precedentes. España da un paso decisivo hacia un modelo donde el poder supervisa opiniones, controla redes y castiga la disidencia.
Cataluña se convierte en el laboratorio del control gubernamental
La deriva nace de una firma que marca un antes y un después. La ministra de Seguridad Social, Elma Saiz, y el presidente catalán, Salvador Illa, -ambos socialistas-, firmaron el primer convenio institucional para monitorizar “discursos de odio” en redes.
El acuerdo permite a la Administración vigilar contenidos, rastrear mensajes y actuar contra publicaciones en plataformas digitales. El Gobierno envuelve la medida con retórica amable al hablar de un avance “en favor de la convivencia y contra la polarización”, pero la realidad muestra censura y represión.
España da un paso más hacia el control digital total. Cataluña se convierte en el primer territorio español donde se ensaya un sistema híbrido de vigilancia que mezcla recursos estatales con estructuras autonómicas. Este modelo crea un mecanismo de control que facilita un seguimiento masivo de mensajes, opiniones y tendencias sociales.
Un convenio que abre la puerta a la persecución de la disidencia
El convenio establece cinco pilares que revelan la dimensión del proyecto:
- Monitorizar redes y plataformas en busca de “discursos de odio”.
- Identificar usuarios que publiquen mensajes considerados problemáticos.
- Trasladar informes a Fiscalía y Delegación del Gobierno para sanciones o procesos penales.
- Solicitar la retirada inmediata de contenido a las empresas tecnológicas.
- Crear un sistema de “alertas tempranas” para vigilar movimientos, colectivos o tendencias.
Este diseño refleja un modelo que facilita el control digital en España mediante una estructura capaz de vigilar a cualquier ciudadano que exprese ideas que el Gobierno considere incómodas. La vigilancia deja de ser excepcional y se convierte en herramienta de gestión política.
La ambigüedad del “discurso de odio”: el arma perfecta para censurar
El documento deliberadamente no define con claridad qué se considera “odio”. Esta ambigüedad permite una interpretación discrecional por parte de técnicos de la Generalidad, funcionarios del Estado u organismos dependientes del Gobierno.
Esa falta de concreción activa todas las alarmas. Los límites no existen. Los criterios cambian según la conveniencia política. La herramienta resulta perfecta para silenciar opositores, periodistas críticos o ciudadanos que cuestionen la narrativa oficial.
Profesores de Derecho y expertos en libertades digitales advierten cada vez con más fuerza que España ya aparece señalada por organismos internacionales por aprobar leyes que restringen la libertad en la red. La implantación de este convenio multiplica los riesgos y profundiza el control digital en España, que se extiende hacia ámbitos que afectan la vida privada.
Libertad de expresión bajo presión: las preguntas que nadie en el Gobierno responde
Ni Saiz ni Illa aclararon cuestiones esenciales:
- Quién decide qué se vigila.
- Cómo se gestionan y almacenan los datos personales.
- Si se permitirá identificar usuarios sin procedimiento judicial.
- Qué controles existen para evitar abusos.
- Qué recursos tendrá el ciudadano cuando su contenido sea censurado.
- Cómo evitar que este sistema se transforme en un arma política.
El silencio del Gobierno confirma lo que muchos temen: lo que empieza como “lucha contra el odio” puede terminar como un mecanismo para controlar el disenso. La libertad de expresión ya no se respeta como derecho fundamental, sino como privilegio otorgado por el poder según convenga.
Cataluña marca el camino hacia una España más vigilada
El plan sitúa a Cataluña como laboratorio. Si funciona, el Gobierno lo extenderá al resto del país. La estructura se presenta como lucha contra la polarización, pero su aplicación real muestra un método de supervisión ideológica. Los ciudadanos se enfrentan a un escenario donde cada opinión puede ser analizada, registrada o eliminada.
El control digital en España avanza porque el Ejecutivo impulsa un modelo donde el Estado determina qué ideas circulan con libertad y cuáles se silencian. El debate político se estrecha. Las redes sociales pierden su papel como espacio libre. La ciudadanía queda sometida a un filtro permanente.
España se juega su libertad
España entra en una fase decisiva. El nuevo convenio confirma un proyecto que altera el equilibrio entre ciudadanos y poder. El Estado se sitúa por encima de las libertades y convierte la vigilancia digital en herramienta política.
El control digital en España ya no es una amenaza futura. Es una realidad que exige respuesta firme. Defender la libertad de expresión y frenar esta deriva se convierte en un deber cívico para todos los que creen en una España libre, unida y sin censura.




